Ayer tuvimos la oportunidad de ver la representación teatral de SÓLO LA REVOLUCIÓN ES REVOLUCIONARIA, del colectivo Todazen, enmarcada en la XIII Muestra de Teatro Alternativo de Leganés organizada por La asociación Vecinal de Zarzaquemada.
Estrenada el pasado mes de noviembre en Barcelona, Sólo la revolución es revolucionaria es, a la vez, un concentrado de historia y una interpelación sobre la responsabilidad de nuestras decisiones. Concentrado de historia porque la escena, un indeterminado lugar en el que se reúne el Comité Central del Partido Bolchevique, no habla de una fracción de las que impulsaron la revolución rusa sino de cómo cualquier acción política y social requiere configurar fuerzas suficientes. No basta el conocimiento, ni la convicción, es necesario calibrar la coyuntura histórica en la que están las fuerzas sociales y la capacidad de contrapoder que se tiene. Interpelación sobre la responsabilidad porque durante la hora que duró la representación, sin pausas y sin descanso, los ocho actores y actrices discutían sobre aquello que transforma el mundo: la ruptura del orden, o aquello que lo transfigura: la espera de la situación legítima. Una escena sencilla nos habla de la política en términos claros, poniendo de manifiesto la radicalidad de un teatro que sólo espera formar parte de la historia de los espectadores. Un largo coloquio posterior hizo que ni público, ni actores, ni autor, ni actrices, saliera sin preguntarse por qué una historia así (las últimas noches de debate de un grupo de revolucionarios que tienen que decidir si pasan a la insurrección armada) puede seguir requiriendo nuestra atención, y por qué no es posible ver más montajes teatrales así, sin efectos, ni preciosismos, ni elegancias, que mantiene el arte como un lugar en el que las cosas son aún posibles.
